El concepto de alma o espíritu ha existido en todas las sociedades y en muchas se localizaba en diferentes partes del cuerpo, como una fuerza interior equivalente al mismo principio de la vida. Cerebro y hambre.
En la Grecia clásica, los médicos naturalistas señalaron por primera vez al cerebro como el órgano más importante del cuerpo, que controlaría tanto las funciones físicas como psíquicas. Ya Hipócrates decía que es del cerebro de donde vienen todas las alegrías, el placer, la risa, el ocio, el dolor, la tristeza y los lamentos. Y desde ahí, múltiples enfermedades. Desde entonces, y han pasado 25 siglos, el conocimiento del cerebro ha avanzado mucho, aunque sigue siendo el gran desconocido. Cerebro y hambre.
A pesar de que ya está bien establecida la relación entre los trastornos emocionales y la enfermedad física, muchas personas no son conscientes de que el estrés que sufren es el principal factor de riesgo en muchas enfermedades. Cerebro y hambre.
Este es el caso de la obesidad y los trastornos de alimentación, que reflejan una relación patológica entre la necesidad natural de comer y la comida como situación de ansiedad y recompensa ante el estrés y la frustración crónica. Por eso, no basta con seguir dietas bajando calorías, sino de disminuir o eliminar la ansiedad que conduce a la comida. Cerebro y hambre.